Pensaba que no había más universos
que aquellos sueños
que querían alcanzar los dedos.
Temblaban los pasos con los intentos,
pero una tarde, logré sostener la mirada
de la ilusión más cierta,
saldar aquella deuda de la infancia,
cuando sentía vuestros carros llegar
y me escondía en el establo,
mientras preguntábais a mi padre,
si quería vender mis trenzas.
Sabía que aprendería a vivir sin miedo,
tranquila en la edad y segura de lo que quiero,
espero ahora, en la puerta de vuestro Universo
Prometo llevar con mi alma encendida, el regalo más hermoso,
ResponderEliminara estas alturas de la vida,
la enseñanza de la dignidad,
el orgullo de la vida que os enseñaron
de generación en generación,
y ese respeto a los mayores.
Es palabra de Luz