sábado, 1 de febrero de 2014

Quiero ser triste






Tengo la mala costumbre de contar y contar
y no dejo mirar libremente.
Es como si quisiera elaborar una versión más amable,
comprensible a los ojos del miedo,
para justificar tanta verdad.
Tanta celebración de la nada.
Tanta lección de dignidad y de entereza.
El vértigo me enseñó nuevas maneras
y decidí que sólo querría vivir dónde me quisieran.
Ser de un lugar es algo accidental.
La vida es un camino para encontrar un paisaje,
con la casa encendida y la sed en los ojos,
donde no quede más remedio que vivir.
Una tarde me perdí entre vuestras miradas
y quise quedarme para aprender la tristeza,
para tomar conciencia de la pérdida,
profundizar en la auténtica esencia.








martes, 7 de enero de 2014

El valor de enseñar con la mirada




Me gusta mirar a los ojos, especialmente de aquellas personas, de las que me habla la intuición.
Son personas singulares, que tienen algo para regalarme, una historia para llevar a la memoria, un latido para avanzar en el camino. Mirar a los ojos me enseña a comprender mejor el mundo y me explica mejor quién soy y lo que quiero hacer en esta vida.
La mirada de José, me enseñó la dignidad y la libertad. Un valor interno e insustituible. Él sabía que le correspondía en razón de su ser, más allá de sus carencias. Algo así, como un equilibrio pleno, que es capaz de sobrellevar la tristeza de algunos días.
Una lección que vivo y que quiero, porque provoca en mi, un movimiento sísmico, de intensidad leve, que abre sin contención, las compuertas de la emoción, ese lugar que elijo para sentir y para vivir.






jueves, 2 de enero de 2014

Permiso para ser Princesa



















Los niños y las niñas, se mueven nerviosos alrededor de la joven gitana, vestida de princesa, en el día señalado para su pedimiento (o pidimiento). La primera convocatoria había sido anulada, un familiar fallecido en un accidente, fue el motivo del luto impuesto, contrario a toda celebración.
Las jóvenes madres, ya con sus hijas, aprendices de princesas también, miran con tristeza, el ir y venir de las familias, que se unen a este encuentro, tan importante para ellos, sin saber siquiera el motivo de sus ojos 
tristes.
La pareja ya puede relacionarse como novios, atienden con rigor, el señalamiento que el padrino de la novia, hace con una vara que lleva entre sus manos y que determina el orden con el que él o ella, tendrán que bailar con cada invitado.
Los hombres, siembre en el entorno del Patriarca, en un signo claro de respeto. La danza era esa tarde, era una forma de saludo entre ellos.
Privilegio de confianza, que abran sus vidas y dejen recorrer con la mirada, las luces encendidas de sus vidas, el respeto por las tradiciones, la ilusión de cambiarse, también en este acto previo al casamiento, varias veces sus trajes y la noche tan oscura en la que teminaron el encuentro.
En algún momento, sentí la añoranza, de ser pedida de igual forma. Hay algo en este gesto, de respeto con el que quieren honrar a los progenitores, que ayudaría a sentir el amor como algo serio, que hay que cuidar y por lo que hay que rendir cuentas. Pedir permiso para amar, para formar una familia y asignar a la mujer, la honra del papel tan importante que desempeña en este núcleo de vida que se inicia. 

miércoles, 11 de diciembre de 2013

El arte de Amar









Llegaste a mi vida en esta mañana de otoño, sé que vienes para ayudarme, como un ángel para alzarme con tus ojos y con tus alas de amor, también yo te entregué mis escasas pertenencias. Fue un amor a primera vista.
Con la certeza de celebrar la suerte que tenemos, de ver y de sentir de forma diferente, de explorar en los pliegues de las personas y encontrar siempre, una causa para salvarlas, para llevarlas a un lugar mejor y abrigarlas entre tus manos y las mías.
Me miraste y me dijiste que tenías una fuerza especial y que querías compartirla, con esos universos que nos importan y conmihgo. Yo te creí, por eso te presento los horizontes de algunas personas, que
 también me salvan, con los sueños que retienen en la esquina de cada mirada, con la alegría que celebran las cosas sencillas, también con la lección imprescindible, de una mujer que me decía que no había que oponer resistencia a lo que sucede, sólo así, empezaría a sanar el dolor. Se llama Coral y me regaló los pendientes que llevaba. Guardo conmigo este gesto hermoso y cierto.






martes, 10 de diciembre de 2013

Mirar es un honor









Rica sólo en dudas, mientras ellos me enseñan,
 la dignidad de sus sueños y de su furgoneta. 
Retiro de extraña amistad, nada saben de mi, les basta mi fe en ellos.
Si la verdad es necesaria, es porque no me separa de nadie.
No quiero lavar las sábanas, porque perderán tu recuerdo.
Te cansó mi perpetuo ir y venir hacia mi misma,
pero yo estaba contigo, enamorada de tu forma de mirarme,
equidistante entre la belleza de mi alma y el amor
por comprenderte cada vez mejor.
Vivir es un honor porque me obliga a algo más:
a un mundo que quiero rehacer,
a un alma que quiero salvar,
a no decepcionar a mi padre, que me recuerda cada día,
que no pierda el norte, que la cuesta del amor, 
es de dificultad alta
y si hay abandonos, no hay seriedad.
No hay tiempo para juzgar, el arte nunca puede separar,
porque mi verdad, es mi libertad
y cuando miro, respiro y comprendo todo





domingo, 8 de diciembre de 2013

Dignidad desde pequeños









Los universos que me importan, siempre me miran a la cara
y posan con dignidad, inmóviles, creyendo lo que mis ojos les cuentan.
Me enseñan su patrimonio, sus retratos, el orgullo de sus gestos,
 sus vestidos de fiesta y la alegría que sienten cuando entras en sus casas.
Los universos que me importan son muy enamoradizos,
crecen muy deprisa y su ilusión siempre es casarse.
Nunca olvidaré el rostro de la ilusión, cuando me enseñaba sus volantes, 
ni la del niño con responsabilidad de patriarca.
Los universos que me importan, hacen día de fiesta, su declaración de amor 
y tienen la fuerza que a nosotros nos falta.
Su camino no es ni frustrado ni triste,
porque sus sueños van de uno en uno.



martes, 12 de febrero de 2013

La casa encendida

Quiero un tiempo muy lento,
en el que los recuerdos se puedan contar
con los dedos de la memoria.
Conocer vuestra identidad, sin prisa,
caminando pocos pasos cada día.
Sentir el miedo de unas miradas desconfiadas,
que luego se transformaban dignas y ciertas.
Quiero insistir en el orgullo de sentirme a gusto,
compartir taza sin mantel
y llegar otra vez a vuestra casa encendida.