jueves, 2 de enero de 2014

Permiso para ser Princesa



















Los niños y las niñas, se mueven nerviosos alrededor de la joven gitana, vestida de princesa, en el día señalado para su pedimiento (o pidimiento). La primera convocatoria había sido anulada, un familiar fallecido en un accidente, fue el motivo del luto impuesto, contrario a toda celebración.
Las jóvenes madres, ya con sus hijas, aprendices de princesas también, miran con tristeza, el ir y venir de las familias, que se unen a este encuentro, tan importante para ellos, sin saber siquiera el motivo de sus ojos 
tristes.
La pareja ya puede relacionarse como novios, atienden con rigor, el señalamiento que el padrino de la novia, hace con una vara que lleva entre sus manos y que determina el orden con el que él o ella, tendrán que bailar con cada invitado.
Los hombres, siembre en el entorno del Patriarca, en un signo claro de respeto. La danza era esa tarde, era una forma de saludo entre ellos.
Privilegio de confianza, que abran sus vidas y dejen recorrer con la mirada, las luces encendidas de sus vidas, el respeto por las tradiciones, la ilusión de cambiarse, también en este acto previo al casamiento, varias veces sus trajes y la noche tan oscura en la que teminaron el encuentro.
En algún momento, sentí la añoranza, de ser pedida de igual forma. Hay algo en este gesto, de respeto con el que quieren honrar a los progenitores, que ayudaría a sentir el amor como algo serio, que hay que cuidar y por lo que hay que rendir cuentas. Pedir permiso para amar, para formar una familia y asignar a la mujer, la honra del papel tan importante que desempeña en este núcleo de vida que se inicia. 

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